No vs. Sí

He llevado bastante bien esto del encierro, he de decir. Quienes trabajamos en publicidad somos muy privilegiados. Las ideas se pueden generar desde donde sea. Las presentaciones virtuales, zooms, hang outs y demás han resultado increíbles porque entre los bebés llorando, niños cruzando, perros ladrando y demás cagazos naturales la gente se ríe y se relaja. Todos estamos como más abiertos, más comprensivos, más buena onda con los demás. He aprendido que el encierro nos jode pero nos vuelve más tolerantes también.

Se puede hacer home office. Se pueden compartir presentaciones, vender ideas, pelotear, hacer status, todo. Este encierro nos ha traído muchas cosas buenas. Hemos aprendido a estar más. A hacer más con menos, a priorizar. Lo necesitábamos.

Se ha hablado mucho de la pandemia.

Hemos opinado mucho sobre lo que están haciendo y “lo que deberían hacer las marcas”. Hemos hecho cientos de anuncios “emotivos” que se parecen todos entre sí. Son muchos los que están prediciendo con una increíble seguridad el futuro “post Covid” como si alguno de nosotros tuviera idea de lo que va a ser la realidad cuando esto pase. También hemos convivido con los profetas dramáticos, los negativos, los fatalistas. Esos que aman verle lo malo a todo, profetizar sobre “lo jodido que se va a poner”, sobre como “nuestra industria está en el hoyo”. Esos que cada tanto te escriben un mensaje de la nada, justo cuando estás tomándote 3 minutos de break entre zoom y zoom, descansando tranquilo, para decirte “oye, ¿viste que en tal agencia ya corrieron a 20?”…”¿Y cómo vas con tus clientes, qué jodidas las bajas de presupuesto no?”… “se acabaron los fees Raúl, ya te digo: de aquí en más a apretarse y cobrar barato y por proyecto, ¿eh?”, “yo me iría buscando un lugar más chico, menos renta, no sé”, “se va a poner jodido en serio”.

Esos que llamo “Los anticipadores de desgracias”.

Lo aman. Es como si cada mala noticia que anuncian fuera un pequeño triunfo que los hace superiores porque “saben algo que tú no” y te advierten del diluvio que viene como Noé a los animales.

De esos está llena la industria. Está lleno el mundo.

Esos, los que siempre se empeñan en ver por qué las cosas no funcionan. Por qué eso que quieres hacer no se puede. Por qué tu optimismo es ingenuo, una estupidez. Por qué nuestra industria se irá a la mierda. Por qué no. Siempre buscan encontrar por qué no.

Porque es más fácil destruir, que construir.

Es más fácil pensar que “nos va a llevar la chingada” porque entonces lo que pase no depende de nosotros.

Se viene el tsunami y listo. Nos hundimos. Nada que hacer.

Afortunadamente, también están los otros.

Esos a los que cuando les dicen que no, contestan “¿por qué no?” o, como decimos en México “¿cómo chingados no?”, esos que no se dejan deprimir por los anticipadores de desgracias, aunque se burlen de ellos. Esos que prefieren buscar “cómo sí”, contra todo y contra todos. Esos, los que construyen. Los que siguen. Los que siempre están llenos de energía. Los que la cagan y aprenden. Los que se caen y se levantan. Los que están esperando lo que venga, lo que sea que venga, confiados en que van a salir adelante, porque creen. Porque saben que pueden.

Esos son los que van a empujar a nuestra industria cuando todo esto pase. No están “profetizando sobre el futuro de las marcas” porque son lo suficientemente inteligentes como para aceptar que ninguno de nosotros tiene idea de qué a va a venir cuando podamos volver a esa “nueva normalidad”, pero también lo suficientemente seguros de que algo habrá que hacer, que se vendrán tiempos distintos , sí, pero increíbles y que como siempre, en crisis, post crisis, depresión económica, como sea, hay algo que marca y seguirá marcando la diferencia:

Las ideas.

Las ideas y su capacidad de adaptarse.

La capacidad de reinventarlo todo desde cero si es necesario, a partir, como siempre, de las ideas. De las ideas y su enorme poder para transformar. Para sacar de lo malo algo bueno. Para ver en la tragedia una oportunidad.

Porque en una normalidad distinta, cualquiera que ésa sea, con consumidores distintos, las viejas formulas que conocíamos tal vez no funcionen más y entonces, cuando nada esté hecho, habrá todo por hacer.

Ahí está la oportunidad. Ahí está la luz al final del túnel: en entender y valorar lo mucho que tendremos por hacer. Lo mucho que podremos todos generar, construir, reinventar. Hay que creer en el futuro. Hay que emocionarse con los tiempos que vienen y aprender de lo que pasó. Hay que sacar al cerebro del encierro y seguir pensando. Seguir emocionándonos con lo que hacemos. No pensar en “lo jodido que va a estar” sino en lo increíble que puede ser aportar a que todo se reactive.

Hay que generar ideas, sí. Grandes ideas. Nuevas ideas. Ideas relevantes, ideas que muevan nuestra industria, que muevan a los negocios, que muevan a la gente.

Entendamos que si en verdad nos lo proponemos, si en verdad estamos dispuestos a reconstruir y si en verdad creemos en el valor de lo que hacemos, no importa lo que digan los anticipadores de desgracias. No importa cuánto se retraiga la economía, cuánto cambien los presupuestos o los esquemas. Cuando esto pase estaremos ante grandes oportunidades.

Yo lo único que me atrevo a asegurar es que las grandes ideas nunca se quedarán sin trabajo.

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