Lucho Sanchez Zinny y Carmelo Maselli, se aventuraron a abrir Vendaval, una agencia nacida en cuarentena, contra viento y marea – o contra pandemia -.
Preguntarse si va a doler o no el tatuaje que te vas a hacer, y que vas a llevar en la piel toda la vida, es poner el foco en el lugar equivocado: una decisión tan importante no puede estar influenciada por si duelen o no las primeras dos horas del resto de tu vida.
Dejar de trabajar en la agencia de otro para hacer la tuya es un tatuaje enorme, quizá en el alma o en el corazón. Y, tal vez, hacerlo en medio de una pandemia, incluso de una crisis económica mundial, puede llegar a costar un poco más. Pero la decisión es a largo plazo.
Por supuesto que hay incertidumbre. Sería absurdo no asumir que el contexto es preocupante y que las pocas garantías que antes podía tener un emprendedor acaban de vencerse. Pero también hay que serlo para no ver que un contexto favorable, sobre todo en un país como el nuestro, puede desvanecerse de un día para el otro y que, en conclusión, todos los negocios que quieran sobrevivir al paso del tiempo en esta parte del mundo —y tal vez en todas— van a tener que atravesar situaciones más o menos parecidas a esta.
Además, si hablamos de riesgos, la decisión no parece menos peligrosa que dejar que un jefe o un dueño decida si tenés trabajo o no, o si vas a cobrar el 100 o el 70 por ciento de tu sueldo el mes que viene.
Tener una empresa en formación, que vaya creciendo a medida que se sumen más clientes o a medida que la economía mejore (“lo que ocurra primero”, como casualmente dicen cuando te dan la garantía de tu auto) tampoco parece menos estresante que tener una compañía ya asentada, con muchos empleados contratados y muchos clientes achicando el fee.
Además, no debe existir una estadística que avale que perseguir un sueño sea más peligroso que vivir todos los días en la amarga comodidad de no hacerlo.
Si esta pandemia va a marcar nuestra vida para siempre, si ésta va a ser una de las cosas que les contemos a nuestros nietos dentro de muchos años, entonces mejor transformémosla en una historia linda: ayudándonos entre nosotros, pasando más tiempo en familia, tomando un curso online, retomando ese instrumento que tenías lleno de polvo y, por qué no, abriendo una empresa.
Uno decide muy pocas cosas en la vida de un hijo o una hija: empezando por el género, pasando por si nace de 7 ó 9 meses, si duerme bien de noche, si trae problemas en la adolescencia, o si finalmente estudia la carrera que a uno le gustaría.
Al final, lo que hacemos es simplemente decidir tenerlo y darle todo el amor posible, como para que se convierta en algo bueno para este mundo y para nuestras vidas.
En el fondo, eso es lo que decidimos hacer con Carmelo Maselli en medio de este quilombo.